El Gran Premio de Brasil es una de las carreras más impredecibles del calendario de la Fórmula 1. El circuito de Interlagos, ubicado en São Paulo, es conocido por su clima cambiante, que puede pasar del sol al diluvio en cuestión de minutos. Ante estas condiciones, la Federación Internacional del Automóvil (FIA) implementa una serie de medidas estrictas para garantizar la seguridad de los pilotos, equipos y comisarios cuando la lluvia se convierte en protagonista.
Una de las principales herramientas de la FIA son los neumáticos de lluvia, que se dividen en dos tipos: los intermedios, utilizados cuando la pista está húmeda pero no completamente inundada, y los de lluvia extrema, diseñados para evacuar grandes cantidades de agua. Estos, fabricados por Pirelli, permiten mantener la adherencia en condiciones adversas y reducir el riesgo de aquaplaning, una de las principales amenazas en Interlagos debido a su asfalto irregular y zonas con acumulación de agua.
Además, la FIA cuenta con un sistema de evaluación meteorológica constante. Antes y durante la carrera, un equipo de meteorólogos monitorea en tiempo real las condiciones del clima mediante radares y satélites. Si la lluvia se vuelve demasiado intensa, el director de carrera puede retrasar el inicio del Gran Premio o suspender temporalmente la competencia hasta que la pista sea segura.
Medidas de la FIA para evitar accidentes durante la carrera
En situaciones de visibilidad reducida, la FIA recurre al Safety Car o al Virtual Safety Car, mecanismos que permiten mantener a los autos a una velocidad controlada mientras las condiciones mejoran. En casos extremos, como ocurrió en 2016, se puede desplegar la bandera roja, lo que obliga a detener la carrera hasta nuevo aviso.
La FIA también exige que los monoplazas cuenten con luces traseras intermitentes para mejorar la visibilidad entre los pilotos, así como sistemas de comunicación directa entre la dirección de carrera y las escuderías para reaccionar con rapidez ante cualquier emergencia.