Manejar con una llanta baja es más común de lo que parece, ya sea por descuido o porque no se percibe una pérdida lenta de presión. Sin embargo, mantenerla así por un periodo prolongado puede tener consecuencias graves tanto para la seguridad del conductor como para el estado general del auto. A continuación, te explicamos por qué es un error que debe evitarse a toda costa.
De acuerdo con Bridgestone, una llanta con baja presión de aire no se apoya de forma uniforme sobre el asfalto, lo que provoca un desgaste irregular, especialmente en los hombros o bordes del neumático. Con el tiempo, esto reduce la vida útil del neumático y puede obligarte a reemplazarla mucho antes de lo previsto.
Además, la baja presión genera un aumento en la flexión de los costados del neumático, lo que eleva su temperatura interna. Si esta situación se mantiene durante mucho tiempo o si se maneja a altas velocidades, el riesgo de que la llanta reviente en movimiento se incrementa considerablemente. Esto puede provocar accidentes graves, especialmente en carretera.

Por si fuera poco, una llanta baja aumenta la resistencia al rodamiento, lo que obliga al motor a trabajar más para mover el vehículo. Esto se traduce en un mayor consumo de combustible, lo que afecta directamente a tus bolsillos.
Elementos del coche que se ven afectados por las llantas bajas
Con el tiempo, manejar con una llanta poco inflada puede afectar los rines, ya que la falta de presión amortigua menos los impactos contra baches o topes, según Firestone. Asimismo, la suspensión del auto trabaja más de lo normal para compensar la falta de amortiguación, lo que acelera su desgaste.
Una llanta baja reduce el agarre y la estabilidad del vehículo, especialmente en curvas o al frenar. Esto compromete la seguridad del conductor, pasajeros y otros usuarios de la vía. Revisar la presión de los neumáticos al menos una vez al mes es una práctica sencilla que puede evitar accidentes, reparaciones costosas y gastos innecesarios.