El líquido de transmisión es un fluido esencial para el correcto funcionamiento de la transmisión de un vehículo, ya sea automática o manual. Este cumple varias funciones clave: lubrica las partes móviles, reduce la fricción, evita el sobrecalentamiento y, en transmisiones automáticas, también actúa como fluido hidráulico que permite los cambios de marcha suaves y precisos.
De acuerdo con Mobil México, en una transmisión automática, el líquido es más complejo y está formulado con aditivos especiales para soportar altas temperaturas y presiones. En las transmisiones manuales, aunque el tipo de fluido puede variar, puede ser aceite de engranajes o aceite específico para transmisión manual, su función principal sigue siendo la lubricación y protección de los componentes internos.
El momento adecuado para cambiar el líquido de transmisión depende del tipo de vehículo, el estilo de conducción y las recomendaciones del fabricante. En general, para transmisiones automáticas, muchos expertos sugieren realizar el cambio cada 50,000 a 100,000 kilómetros, aunque algunos modelos con fluidos de “larga duración” pueden extenderse hasta los 150,000 kilómetros.
Sin embargo, es importante no confiarse demasiado de esa etiqueta, ya que el uso en condiciones severas, como tráfico intenso, remolque frecuente o conducción en terrenos montañosos; puede acelerar su deterioro.
Por otro lado, en el caso de transmisiones manuales, los intervalos de cambio pueden ser más amplios, entre 60,000 y 120,000 kilómetros, pero siempre es recomendable revisar el manual del propietario para conocer los periodos específicos.
¿Cómo saber cuándo ya debes cambiar el líquido de transmisión?
Algunos signos que pueden indicar que el líquido de transmisión necesita ser cambiado incluyen:
- Cambios de marcha bruscos o retardados.
- Ruidos extraños al cambiar de velocidad.
- Fugas visibles debajo del vehículo.
- Color oscuro o quemado del fluido (debe ser rojo brillante en transmisiones automáticas).
- Olor a quemado proveniente de la transmisión.
Ignorar el mantenimiento del líquido de transmisión puede provocar desgaste prematuro, fallos mecánicos e incluso la necesidad de reemplazar todo el sistema, lo cual representa un gasto considerable.
