Desde su debut en 1973, el Gran Premio de Brasil ha sido uno de los escenarios más vibrantes y emocionantes de la Fórmula 1. Disputado en el legendario circuito de Interlagos, en São Paulo, esta carrera ha ofrecido momentos inolvidables que han definido campeonatos, revelado héroes y consolidado la pasión del público brasileño por el automovilismo.
Uno de los episodios más recordados ocurrió en 2008, cuando Lewis Hamilton conquistó su primer campeonato mundial en una de las definiciones más dramáticas de la historia. En una carrera bajo la lluvia, el británico necesitaba terminar al menos en quinto lugar para asegurar el título. En la última vuelta, superó a Timo Glock en la última curva, arrebatándole el campeonato a Felipe Massa por un solo punto. La escena de Massa celebrando en el podio sin saber que había perdido el título segundos después quedó grabada en la memoria colectiva del deporte.

Otra jornada histórica fue la victoria de Ayrton Senna en 1991, considerada una de las más heroicas de su carrera. Con el apoyo del público local, Senna logró mantener el liderato a pesar de que su McLaren sufrió problemas en la caja de cambios. Cruzó la meta con solo la sexta marcha disponible y completamente exhausto, en una imagen que se convirtió en símbolo de su entrega y determinación.
Brasil ha dado momentos increíbles afectadas por el clima
El Gran Premio de 2003 también fue una montaña rusa de emociones. Disputado bajo una intensa lluvia, la carrera vio múltiples accidentes y banderas amarillas, hasta que Giancarlo Fisichella, con un modesto Jordan, fue declarado vencedor tras la confusión del final. Días después, la FIA confirmó oficialmente su triunfo, convirtiéndolo en una de las victorias más inesperadas de la era moderna.
Por último, en 2012, Interlagos volvió a ser el epicentro de la tensión cuando Sebastian Vettel sufrió un accidente en la primera vuelta, poniendo en riesgo su tercer título consecutivo. Sin embargo, el alemán logró remontar desde el fondo del pelotón para asegurar los puntos necesarios y coronarse campeón, en una carrera caótica que mantuvo en vilo a los aficionados hasta el último instante.