Bruce McLaren era una personalidad como ninguna otra; quizá en todo el deporte motor no haya habido otra figura como él.
Nació en agosto de 1937, en Auckland, Nueva Zelanda, y desde muy niño demostró interés por la mecánica y la ingeniería.
A los 9 años contrajo una rara enfermedad que le impediría desarrollar sus piernas con normalidad; una le creció más que la otra y sufrió de una cojera durante toda su vida.
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Pero nada de esto lo detuvo, y a los 14 años ya había arreglado y configurado su primer coche de carreras, con el que compitió por primera vez en una carrera cuesta arriba, en su Auckland natal.
Su determinación y su talento, por otro lado, le ganaron una beca para viajar a Europa y competir por primera vez en la Fórmula 1, para el equipo Cooper.
Hacia 1960 se convirtió en el ganador más joven en la historia de la Fórmula 1, cuando se llevó el Gran Premio de Argentina, corriendo para este equipo. Este título se mantendría vigente hasta 2003, en el Gran Premio de Hungría.
Su profundo conocimiento sobre las máquinas y sus dinámicas de funcionamiento lo llevó a fundar su propio equipo en 1963, y que sería uno de los más importantes en la historia del deporte: el equipo McLaren que entonces se llamaba Bruce McLaren Motor Racing Ltd.
Acerca de su magnética personalidad, Howden Ganley, un compatriota neozelandés que trabajó para Bruce McLaren en los primeros días del equipo, recuerda:
“Si Bruce hubiera entrado en el taller una mañana y nos hubiera dicho que todos íbamos a marchar por el desierto del Sahara, habríamos dejado nuestras herramientas de inmediato y lo habríamos seguido”.
El inicio de la leyenda: Bruce McLaren y su equipo en la F1
Quienes lo conocieron, lo respetaron sin medida. Como jefe, no sólo competía sino que diseñaba los autos, dirigía al equipo, conducía el transportador e incluso barría el piso de su taller.
El hombre predicaba con el ejemplo. En 1968 Bruce McLaren ganaría la primera de las 182 victorias de su equipo en la Fórmula 1, liga en la que viviría momentos épicos, al lado de su compatriota Denny Hulme, quien le dio las siguientes cinco victorias al equipo.
Hacia 1970, Bruce colgó el casco, luego de acumular victorias como piloto independiente, para concentrarse al 100% en su negocio como manufacturero de autos.
La marca ya se desarrollaba a ambos lados del Atlántico, y Bruce ya coqueteaba con la idea de desarrollar autos para uso civil.
Sin embargo, sus autos deportivos para carreras eran su producto más fuerte; eran los hoy famosos Can-Am, cuya potencia y desempeño eran admirados por todos los aficionados y profesionales del deporte.
Probando uno de estos bólidos, justo antes de competir en la carrera del Goodwood Circuit, en Inglaterra, Bruce McLaren perdió el control.
El auto era un M8D al que se le desprendió el cuerpo trasero. La pérdida de aerodinámica y la fuerza de arrastre hicieron que el vehículo comenzara a girar en círculos frenéticos, y finalmente se estrelló contra una pared. Bruce McLaren murió en el acto, a la edad de 32 años.
El legado de Bruce McLaren, un icono mundial de deporte
De acuerdo a Eoin Yound, autor especializado del deporte, Bruce McLaren escribió su propio epitafio, cuando describió la muerte de un compañero suyo, piloto: Timmy Mayer.
Bruce escribió:
“Hacer algo bien vale tanto la pena que morir tratando de hacerlo mejor no puede ser temerario. Sería un desperdicio de vida no hacer nada con la capacidad de uno, porque siento que la vida se mide en logros, no solo en años”.
Al día de hoy estas palabras resuenan con mucha potencia en las mentes de aficionados y profesionales por igual, ya que describen puntualmente el carácter y la mentalidad de Bruce.
Después de su muerte, el equipo ganaría 8 campeonatos de Constructores y 12 campeonatos de pilotos en la Fórmula 1.
En 1990 Bruce McLaren fue inducido al Salón de la Fama del Deporte de Nueva Zelanda, un año después al del Automovilismo Internacional, y también al de Indianapolis Motor Speedway.