En México, el uso de un vehículo para actividades laborales o empresariales puede representar una oportunidad para reducir la carga fiscal, siempre y cuando se cumplan los requisitos establecidos por el Servicio de Administración Tributaria (SAT). La deducción de impuestos por el uso de un auto está permitida tanto para personas físicas con actividad empresarial como para personas morales, pero requiere un manejo cuidadoso de comprobantes y límites claros establecidos en la ley.
De acuerdo con la Ley del Impuesto sobre la Renta (ISR), los contribuyentes pueden deducir ciertos gastos relacionados con el uso de su vehículo, siempre que esté registrado a nombre del contribuyente y se utilice de manera directa para la generación de ingresos. Entre los gastos deducibles se incluyen combustible, mantenimiento, seguros, tenencia, peajes, estacionamientos y depreciación del propio auto.
Uno de los puntos más importantes es que todos los pagos deben realizarse mediante medios electrónicos (tarjeta o transferencia) y contar con su respectivo comprobante fiscal digital (CFDI) emitido a nombre del contribuyente. El SAT puede rechazar la deducción si no se cumplen estos requisitos formales, incluso si el gasto está justificado.
El límite del precio para que un auto pueda ser deducido de impuestos
La deducción por la compra del coche tiene un tope máximo. Para autos de combustión interna o híbridos, el límite es de 175 mil pesos, mientras que, para vehículos eléctricos o híbridos recargables, el monto deducible puede alcanzar hasta 250 mil pesos. Estos límites se aplican al valor del carro, sin incluir gastos adicionales como seguros o accesorios.
Si el auto es arrendado, los pagos por renta también son deducibles, pero únicamente hasta 200 pesos diarios para coches de combustión y 285 pesos diarios para eléctricos o híbridos. Además, se puede aplicar la deducción proporcional al porcentaje de uso laboral del vehículo, en caso de que también se utilice con fines personales.
En el caso de los trabajadores independientes, el SAT permite deducir los gastos de transporte siempre que se demuestre que el vehículo se utiliza para la prestación del servicio profesional, entregas, visitas a clientes o actividades directamente vinculadas a la generación de ingresos.
