El rendimiento de combustible es uno de los aspectos que más preocupa a los conductores, especialmente ante los constantes ajustes en los precios de la gasolina. Cuando un auto comienza a consumir más de lo habitual sin una explicación evidente, es posible que el problema esté relacionado con componentes esenciales del sistema de combustión, como las bujías o los inyectores. Detectar estas fallas a tiempo puede evitar gastos mayores en reparaciones y mantener la eficiencia del motor.
Uno de los primeros indicadores es una disminución notable en el rendimiento por litro. Si el tanque empieza a rendir significativamente menos, sin que haya cambios en la forma de manejo, en el tipo de ruta o en la carga del vehículo, podría tratarse de una falla en la chispa o en la inyección. Las bujías desgastadas o sucias impiden una combustión eficiente, lo que obliga al motor a quemar más gasolina para producir la misma potencia.
Otro síntoma frecuente es el ralentí inestable. Cuando el motor vibra excesivamente, se apaga en los altos o presenta tironeos al acelerar, puede indicar que una bujía no está encendiendo adecuadamente o que alguno de los inyectores está obstruido. Esto provoca que el motor funcione con mezcla rica, es decir, con más combustible del necesario.
El olor a gasolina sin quemar también es una señal de advertencia. Si el escape emite un aroma fuerte a combustible o humo negro, significa que la mezcla aire-combustible no está siendo correctamente procesada. En estos casos, los inyectores pueden estar goteando, expulsando gasolina de forma irregular o enviando más cantidad de la programada.
Atento a los indicativos de tu auto
El encendido del testigo “Check Engine” es otra forma directa de detectar el problema. Muchos autos modernos registran fallos de encendido o de inyección y generan códigos de error que permiten identificar la causa exacta con un escáner automotriz. Ignorarlo puede derivar en daños al convertidor catalítico, una reparación de alto costo.
Finalmente, el mantenimiento preventivo es clave. Las bujías suelen cambiarse entre los 20,000 y 40,000 kilómetros, dependiendo del tipo de material, mientras que los inyectores deben limpiarse regularmente para evitar acumulación de residuos.
