Conducir en carretera o en ciudad implica mantener un alto nivel de concentración, reflejos rápidos y capacidad de tomar decisiones en fracciones de segundo. Sin embargo, muchos conductores desconocen que la deshidratación, incluso en niveles leves, puede afectar de manera significativa estas habilidades, incrementando el riesgo de accidentes.
Estudios en seguridad vial han demostrado que una pérdida de hidratación del 1% al 2% del peso corporal puede provocar deterioro en funciones cognitivas esenciales para el manejo seguro de un vehículo, como la concentración, la coordinación motora y el tiempo de reacción. Esto ocurre cuando el cuerpo pierde más líquidos de los que ingiere, situación común durante trayectos largos, bajo exposición al sol o durante el uso prolongado del aire acondicionado.

Además, actividades cotidianas como consumir café, bebidas energéticas o alcohol antes de conducir favorecen la pérdida de líquidos, agravando el problema sin que el conductor lo perciba claramente. En estos escenarios, el cerebro recibe menos oxígeno y sangre, lo que genera fatiga mental, dificultad para enfocar la vista y lentitud para reaccionar ante imprevistos en la vía.
Los síntomas iniciales de deshidratación leve, como dolor de cabeza, sequedad en la boca y somnolencia, suelen pasar desapercibidos o confundirse con cansancio. Sin embargo, cuando progresa, se presentan fallos de memoria momentánea, irritabilidad y alteraciones en el juicio, lo que puede llevar a errores de conducción tan peligrosos como confundir carriles, no respetar la distancia de seguridad o frenar demasiado tarde.
¿Cómo evitar estar deshidratado al conducir?
En viajes largos, la falta de hidratación adecuada puede acumular efectos críticos. Una persona que conduce durante más de dos horas sin beber agua experimenta una reducción notable en sus reflejos y capacidad de mantener la concentración en la carretera. Por ello, se recomienda hidratarse antes de comenzar el viaje y tomar agua en intervalos de 45 a 60 minutos, así como evitar las bebidas azucaradas y con cafeína, que intensifican la pérdida de líquidos.
Mantener un nivel de hidratación adecuado no solo ayuda a conservar el estado de alerta, sino que también mejora la visión, la coordinación y la toma de decisiones rápidas en situaciones de emergencia.