La gasolina sucia o contaminada es un problema que afecta a muchos automovilistas y puede tener consecuencias serias en el funcionamiento del motor y los componentes del sistema de combustible. Puede estar adulterado, mezclado con sustancias como solventes, agua, alcoholes fuera de norma o impurezas; o simplemente deteriorado por almacenamiento inadecuado en los tanques. En ambos casos, el resultado es una mezcla que no cumple con las especificaciones necesarias para una combustión limpia y eficiente.
Detectarla a tiempo no siempre es fácil, pero hay señales que pueden alertar al conductor sobre un posible problema. Un indicio común es la presencia de una pérdida de potencia del motor o dificultad para acelerar, lo que indica que el motor no está recibiendo energía uniforme de la gasolina. También puede observarse humo oscuro o con olor fuerte en el escape, lo cual sugiere una combustión incompleta. Otra señal es la luz de “check engine” encendida en el tablero, que puede reflejar que los sensores detectan una mezcla pobre o rica de aire-combustible debida a contaminantes en el combustible.

La gasolina sucia puede afectar gravemente los inyectores de combustible, que son componentes diseñados para pulverizarla de forma precisa dentro de la cámara de combustión. Con el tiempo, las impurezas pueden obstruir sus orificios finos o acumular depósitos sólidos, lo que deteriora su patrón de pulverización. Esto genera una mezcla irregular de aire y combustible, provocando fallos de encendido, aceleraciones bruscas, consumo excesivo de combustible y vibraciones del motor.
Daños al motor que provoca la gasolina sucia
Estos depósitos también pueden favorecer que la mezcla no se queme por completo, lo que deriva en un mayor paso de combustible sin quemar hacia el sistema de escape. Esta mezcla no quemada llega al catalizador, un componente clave del sistema de control de emisiones, el cual está diseñado para transformar los gases nocivos en compuestos menos contaminantes mediante reacciones químicas, pero no está preparado para manejar combustible sin quemar o impurezas sólidas. El ingreso de este material puede saturar o dañar la estructura interna del catalizador, reduciendo su eficiencia e incluso provocando su fallo total.
Cuando el catalizador se daña, el vehículo puede aumentar las emisiones contaminantes, perder potencia, y generar fallos detectables por los sensores de oxígeno, lo que dispara advertencias en el tablero. La reparación o sustitución de un catalizador puede ser costosa, por lo que es preferible prevenir estos daños.