Cambiar las llantas de un auto suele asociarse con mayor seguridad, mejor agarre y un manejo más estable. No obstante, muchos conductores notan que, tras instalar las nuevas, el consumo de gasolina aumenta ligeramente. Este fenómeno es real y tiene explicaciones técnicas relacionadas con el diseño, el material y las condiciones de uso de los neumáticos.
Uno de los factores principales es la resistencia al rodamiento. Las llantas nuevas, al tener un dibujo más profundo y un compuesto de hule más blando, generan mayor fricción con el pavimento. Esta fricción adicional exige más esfuerzo al motor para mantener la misma velocidad, lo que se traduce en un mayor consumo de combustible, especialmente durante los primeros miles de kilómetros.
El tipo de llanta también influye de forma directa. No es lo mismo instalar unas enfocadas al rendimiento deportivo o todoterreno que aquellos diseñados para eficiencia de combustible. Los neumáticos más anchos o con un perfil más agresivo aumentan la superficie de contacto con el suelo, mejorando el agarre, pero elevando la resistencia al avance. En contraste, los de baja resistencia al rodamiento están pensadas para reducir el gasto de gasolina, aunque suelen sacrificar algo de tracción.
Otro aspecto importante es el periodo de asentamiento de las llantas nuevas. Durante las primeras semanas de uso, el neumático se adapta a la superficie del camino y pierde parte de los compuestos protectores utilizados en su fabricación. Una vez superada esta etapa, el consumo de gasolina puede estabilizarse y, en algunos casos, regresar a niveles similares a los anteriores.
Revisa que las llantas nuevas tengas suficiente aire
Tras cambiarlas, no siempre se ajusta la presión conforme a las especificaciones del fabricante del auto, sino a valores genéricos. Llantas con baja presión incrementan la resistencia al rodamiento y, por ende, el consumo de combustible. Mantener la presión correcta puede marcar una diferencia notable en el rendimiento de gasolina.
Además, el peso del neumático juega un papel relevante. Algunas llantas nuevas, especialmente las de mayor tamaño o con refuerzos adicionales, son más pesadas que las originales. Este extra obliga al motor a trabajar más durante aceleraciones y pendientes, impactando directamente en el gasto de combustible.
