Muchos automovilistas han notado que, al manejar en carretera con las ventanas abiertas, el consumo de gasolina aumenta de manera evidente. Aunque pueda parecer un detalle menor, esta práctica tiene un impacto directo en la eficiencia del vehículo debido a factores aerodinámicos que alteran el comportamiento del auto a altas velocidades. Comprender por qué ocurre este fenómeno es importante para optimizar el rendimiento del combustible y evitar gastos innecesarios durante trayectos largos.
Cuando un auto se desplaza en carretera, la resistencia del aire es uno de los elementos que más influyen en el consumo de energía. Los fabricantes los diseñan para que el aire fluya alrededor del vehículo de la forma más eficiente posible, reduciendo turbulencias y manteniendo una aerodinámica equilibrada.

Sin embargo, al abrir las ventanas, ese flujo se ve interrumpido. El aire comienza a entrar al habitáculo, generando turbulencias internas y aumentando la resistencia que el motor debe vencer para mantener la velocidad. A mayor resistencia, mayor esfuerzo del motor y, por consecuencia, un consumo más alto de gasolina.
Este efecto es más importante a partir de los 70 u 80 km/h, cuando la resistencia aerodinámica se vuelve el principal factor que consume energía del motor. En estas condiciones, manejar con las ventanas abajo puede incrementar el gasto de gasolina en un porcentaje que varía según el modelo del vehículo, el tamaño de las ventanillas y la velocidad mantenida.
Ahorra gasolina con el aire acondicionado
Los autos pequeños y compactos, por ejemplo, suelen ser más sensibles a estos cambios debido a que su diseño está más orientado a la eficiencia aerodinámica. Además, las vibraciones y ruidos generados por el viento no solo afectan el confort, sino que evidencian la turbulencia que incrementa el uso de combustible.
Otro punto a considerar es que, al abrir las ventanas, el flujo interno del aire provoca cambios en la presión dentro del habitáculo. Esto obliga al motor a compensar la pérdida de dinamismo para sostener el ritmo, sobre todo en autopistas donde se circula por encima de los 100 km/h. Aunque algunos conductores las abren para ahorrar energía al no encender el aire acondicionado, en carretera la situación puede ser la contraria.