El filtro de aire es una pieza pequeña pero esencial en el buen funcionamiento de un automóvil. Su función principal es impedir que polvo, suciedad y partículas entren al motor, garantizando una mezcla adecuada de aire y combustible. Cuando este componente se encuentra sucio o saturado, el flujo de aire se ve limitado, lo que provoca un consumo mayor de gasolina y un desempeño deficiente.
Un filtro de aire en mal estado obliga al motor a trabajar más. Al no recibir suficiente oxígeno, la mezcla de aire-combustible se desequilibra y el sistema de inyección compensa quemando más gasolina de la necesaria. Esto no solo incrementa el gasto de combustible, sino que también puede reducir la potencia del vehículo y aumentar las emisiones contaminantes. De acuerdo con especialistas en mecánica automotriz, un filtro sucio puede provocar hasta un 10% más de consumo de gasolina en recorridos urbanos.

El ahorro se refleja cuando se cambia a tiempo. Sustituir un filtro de aire obstruido por uno nuevo permite que el motor “respire” de manera eficiente. El aire fresco y limpio garantiza una combustión más completa, lo que mejora el rendimiento del combustible y, en consecuencia, reduce los costos de operación del vehículo. Además, el motor responde mejor en aceleraciones y mantiene una marcha más estable, lo que se traduce en una conducción más cómoda.
¿Cuándo se debe cambiar el filtro de aire?
Los fabricantes recomiendan cambiar el filtro de aire en un rango que va de los 15,000 a 20,000 kilómetros, aunque este periodo puede variar según el tipo de vehículo y las condiciones de manejo. Por ejemplo, si se conduce con frecuencia en zonas con mucho polvo o tráfico intenso, es recomendable revisarlo con mayor frecuencia. Incluso una simple inspección visual puede indicar cuándo el filtro ya no cumple su función: si presenta acumulación evidente de suciedad, es momento de reemplazarlo.
Más allá del ahorro en gasolina, mantener el filtro en buen estado prolonga la vida útil del motor. Un motor que trabaja sin contaminantes internos se desgasta menos, evitando reparaciones costosas en el futuro. En términos ambientales, también contribuye a disminuir las emisiones nocivas, apoyando la movilidad sustentable en ciudades con altos niveles de contaminación.