Este mes de agosto se cumplen 22 años de uno de los escándalos automovilísticos más grandes de la historia: el que protagonizaron Ford y Firestone en agosto del año 2000, a causa de llantas explosivas que Firestone proveyó a Ford para sus modelos todoterreno Ford Explorer y
Esta disputa fue una de las más delicadas que haya enfrentado Ford en su historia, después de su amarga caída por la crisis subprime del 2008.
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¿Qué pasó entre Ford y Firestone?
Todo empezó, como decíamos, en agosto del año 2000. De forma súbita, las llantas Firestone de las Ford Explorer estallaban en medio de la carretera causando accidentes mortales a sus ocupantes.
Se calcula que personas murieron en Colombia, Ecuador, Venezuela, Malasia, Tailandia y Estados Unidos por estas llantas explosivas. Sólo en Estados Unidos habrían muerto al menos 271 personas desde los años 90, cuando el problema inició
Ford guardó silencio durante años, y condujo investigaciones internas para encontrar la causa de los estallidos.
Hacia el 9 de agosto del 2000, Firestone reconoció públicamente que el fallo se encontraba en sus llantas, debido a que les faltaba una recubierta de caucho y una capa protectora de nylon.
Firestone reconoció deficiencias en al menos 6.5 millones de llantas y ofreció sustituirlas gratuitamente. Sin embargo, el daño ya estaba hecho y todo tendría consecuencias catastróficas.
Hacia aquél mes sus acciones habían caído 40% y las autoridades de EU y Venezuela lanzaron investigaciones judiciales a ambas compañías.
La Ford Explorer era el modelo más afectado. Cuando se descubrió la noticia, Ford mandó parar la producción en tres de sus fábricas y llamó a clientes para la sustitución de sus llantas.
La centenaria relación entre Ford y Firestone
Henry Ford y Harvey Firestone eran grandes amigos. Construyeron una sólida relación desde el famoso primer modelo, el Ford Model T, al cual Firestone le puso las llantas.
Pasado el tiempo, el nieto de Ford se casó con la nieta de Firestone y lo que una vez fue una relación de amistad, se convirtió en una relación familiar y corporativa con los más grandes alcances.
El escándalo de las llantas explosivas de Firestone alcanzó a la cuarta generación: el bisnieto de Henry Ford, William Clay Ford, era el presidente de la compañía en agosto del 2000.
Cuando explotó la bomba, Ford amenazó con establecer contratos con Michelin, Goodyear y Continental.
Con todo su pesar, Firestone reconoció el error de sus llantas y retiró todas las que había producido de los almacenes.
Hacia el mes de septiembre, Firestone colaboraba activamente con oficiales del gobierno de Estados Unidos en los peritajes e investigaciones por los siniestros.
El escándalo alcanzó incluso a Masatoshi Ono, presidente ejecutivo de Bridgestone, la compañía japonesa que era propietaria de Firestone, cuando un juez de Texas citó al japonés a declarar.
El problema le costó unos 350 millones de dólares del año 2000 (lo que serían unos 595 millones de hoy), y se calcula que en total la compañía desembolsó unos mil millones más para hacer frente a las demandas, sin embargo, el problema estaba lejos de terminar.
La amarga ruptura de Firestone y Ford
Un año después, hacia mayo del 2001, la relación de ambas compañías estaba totalmente quebrada.
Firestone prometió que jamás en la vida suministraría una sola llanta a Ford y ésta dijo que cambiaría cualquier llanta de ellos de forma gratuita.
Después de que hubieran retirado las llantas explosivas, las Ford Explorer siguieron volcando y matando a sus ocupantes.
Firestone acusó a Ford de ser corresponsable de los accidentes, y las cosas para Ford en los tribunales se pusieron sumamente tensas.
La estrategia de Jacques Nasser, director ejecutivo de Ford en el 2011, fue el ataque: arremetió contra la compañía en tribunales y prometió borrar todo rastro de esta marca en todos sus modelos.
Se calcula que esto tuvo un costo de 650 millones del 2001 (unos 1,105 millones de hoy). Firestone reviró y John Lampe, el recién estipulado director de Firestone mandó una carta a Nasser.
“Hemos llegado a la conclusión de que no podemos continuar con nuestras relaciones, ni comerciales ni personales. Esta decisión no es fácil tras 100 años de historia, pero nuestros análisis sugieren que un segmento sustancial de los Ford Explorer son corresponsables de los accidentes”.
La carta cerraba diciendo que en Firestone habían tenido el valor de hacer frente a sus errores, “espero que en Ford puedan hacer lo mismo”.
Finalmente, William Clay Ford dijo que su fidelidad estaba con la compañía que lleva su apellido y que esa era su última palabra.
Desde Tokyo desestimaron el alcance de la ruptura, y aceptaron el desenlace negativo. Han pasado 22 años de estos sucesos y la fecha se recuerdan con resquemor y resignación.